Si la historia de la humanidad comenzó con una mujer y una tentación, entonces la historia de Eva no podía ser diferente.

Desde que la vi, supe que no era una simple escritora. Eva no solo escribe historias: las provoca, las incendia, las vive. Hay algo en su forma de mirar, de caminar con su sombrero negro ladeado, de deslizar la pluma sobre el papel… como si supiera que, con cada palabra, alguien va a perder la razón.

Porque el pecado siempre comienza con una pequeña curiosidad, ¿no?

Apareció en Medellín una noche cálida, como si la ciudad misma la hubiera invocado entre el humo del café y la luz dorada de los faroles. Nadie sabe exactamente de dónde vino. Algunos dicen que llegó del Caribe, otros que cruzó el océano tras dejar un amor imposible. Lo único cierto es que, desde entonces, Medellín tiene un secreto más.

Y ese secreto escribe.

Estudiaba comunicación social, aunque aprendía mucho más fuera del aula. Descubrió su verdadero poder no en un libro, sino en la forma en que los hombres la miraban cuando escribía. Bastaba una hoja, una pluma, y esa pasión suya que se desborda sin pedir permiso. No necesitaba más. Solo su deseo… y una historia lo suficientemente ardiente como para hacer sudar al más santo.

El primer mordisco a la manzana.

El verdadero pecado de Eva no fue escribir sobre el deseo, sino atreverse a vivirlo. Sus relatos dejaron de ser tinta cuando comenzó a mirar el mundo con hambre. Cuando entendió que el arte también se toca, se saborea, se gime. En cada encuentro, ella transforma la piel en papel y el cuerpo en poesía.

Y ahora estás aquí. Leyéndola.

Quizá, sin darte cuenta, ya diste tu primer mordisco.

Bienvenido a su blog. Aquí no hay culpa. Solo placer.
🍎🔥


Franco Sáenz | Maneger