por Eva | Mar 25, 2025 | Yo soy Eva
El Caribe me susurró al oído…
Una promesa de sol, libertad y placer.
Un escape de la rutina, hacia un paraíso de aguas turquesas y arenas blancas.
Subí al barco… sin imaginar que el destino me tenía reservada la experiencia más ardiente de mi vida.
En la cubierta… mientras la brisa marina acariciaba mi piel desnuda por el sol… lo vi.
Su presencia era un imán… su mirada, un fuego encendido… y su sonrisa… un pecado esperando ser cometido.
Sentí ese latido profundo… ese cosquilleo delicioso que me recorrió el cuerpo.
Me acerqué… no podía resistirme.
Hablamos durante horas…
Palabras entrelazadas, miradas cargadas de deseo…
Era un alma gemela… un hombre que sabía lo que una mujer como yo… desea.
La noche cayó…
La luna bañó el mar en plata…
Y el barco… se transformó en nuestro escenario de placer.
Bajo ese cielo estrellado… nuestros cuerpos se buscaron… se encontraron…
Sus manos exploraron mi piel con ternura y hambre…
Trazando caminos de fuego… desde mi espalda… hasta el temblor de mis piernas.
Su aliento en mi cuello… sus labios buscando los míos…
Mi boca… mordiendo la manzana prohibida del deseo.
En la intimidad de la cabina…
Nos desnudamos el alma… y la ropa.
Sus manos recorrieron mis muslos lentamente…
Mis gemidos se perdían en la noche… mientras sus labios marcaban mi piel…
Nuestros cuerpos se fundieron en una danza salvaje… sin reglas…
Solo deseo… solo placer.
El sonido del mar… se mezcló con nuestros gemidos…
Una sinfonía de pasión desbordada…
Una explosión que nos dejó sin aliento.
Al amanecer… me perdí en su mirada.
Complicidad… deseo… y ese recuerdo ardiente tatuado en mi piel.
Una historia… que se quedó grabada a fuego en mi cuerpo…
Y en mi memoria…
Para siempre.
por Eva | Mar 18, 2025 | Yo soy Eva
Aunque era la primera vez que pisaba Medellín y cada rincón me parecía un descubrimiento. El aroma embriagador del café colombiano recién hecho se mezclaba con las notas dulces del vino tinto, y la música, una fusión de bolero y electrónica, me envolvía en una atmósfera única. Medellín vibraba afuera, un caleidoscopio de luces y sonidos, pero aquí, en este pequeño oasis, el tiempo se detenía. Vestida con mi vestido negro corto y mi fiel sombrero, jugaba a perderme en las palabras, intentando capturar la esencia de esta ciudad que me fascinaba, pero mi atención estaba en él.
Desde la mesa de enfrente, un hombre mayor, atlético y de traje impecable, sostenía un vaso de whisky con la seguridad de quien domina cada espacio que pisa. Su presencia era imponente, como la de un «paisa» de pura cepa, acostumbrado a imponer su ley. Me mordí el labio, sintiendo un calor exquisito recorrerme. Me gustaban los hombres así: firmes, seguros, deseables. Y él lo era.
Dejé que mi imaginación volara mientras deslizaba la pluma. Me imaginé su voz grave susurrando en mi oído: «Llevas toda la noche mirándome, pequeña». Mi piel se erizó al imaginar el roce de sus dedos por mi muslo desnudo, la tensión entre nosotros volviéndose insoportable. En mi fantasía, me sujetaba con fuerza, sus labios exploraban cada centímetro de mi piel, su respiración densa me envolvía. Lo quería, y lo quería ya.
Alcé la vista. Me estaba observando. Sus labios apenas se curvaron en una sonrisa, como si reconociera el juego. Con una calma estudiada, arranqué la hoja de mi libreta, me puse de pie y caminé hasta su mesa. Dejé el papel frente a él y me incliné ligeramente.
—Léelo —susurré, dejando que mi voz destilara promesas, con el acento cantarino de la ciudad que ya empezaba a contagiarme.
Tomó el papel, recorrió cada línea con los ojos y, al terminar, me sostuvo la mirada. Una chispa oscura brilló en su expresión.
—No suelo rechazar un buen desafío, muchacha.
El escalofrío de anticipación recorrió mi espalda. Mi imaginación estaba a punto de convertirse en realidad, en el corazón de la vibrante Medellín.
Un paseo corto, y subimos a su apartamento. La vista desde el balcón nos daba una panorámica completa de la ciudad. El interior, moderno y minimalista, me dio una sensación de que este hombre era muy organizado, y con un toque de sofisticación. La pasión nos consumió, un torbellino de besos, caricias y susurros. Me entregué con una intensidad que me dejó sin aliento, mis ojos oscuros brillando con deseo y entrega. La noche se desvaneció entre gemidos y suspiros, mientras nuestros cuerpos se entrelazaban en una danza de placer.
El amanecer lo encontró solo. La luz dorada se filtraba por las cortinas, iluminando la habitación con una calidez suave. Me había ido, sin dejar rastro, excepto por la rosa negra que yacía sobre la almohada. Sus pétalos aterciopelados contrastaban con la blancura de la sábana, un símbolo de mi rechazo, de que él no era el elegido.
Dejé esa rosa, como un mensaje silencioso. Un recordatorio de que no todos los desafíos merecen ser ganados.
por Eva | Mar 17, 2025 | Yo soy Eva
Si la historia de la humanidad comenzó con una mujer y una tentación, entonces la historia de Eva no podía ser diferente.
Desde que la vi, supe que no era una simple escritora. Eva no solo escribe historias: las provoca, las incendia, las vive. Hay algo en su forma de mirar, de caminar con su sombrero negro ladeado, de deslizar la pluma sobre el papel… como si supiera que, con cada palabra, alguien va a perder la razón.
Porque el pecado siempre comienza con una pequeña curiosidad, ¿no?
Apareció en Medellín una noche cálida, como si la ciudad misma la hubiera invocado entre el humo del café y la luz dorada de los faroles. Nadie sabe exactamente de dónde vino. Algunos dicen que llegó del Caribe, otros que cruzó el océano tras dejar un amor imposible. Lo único cierto es que, desde entonces, Medellín tiene un secreto más.
Y ese secreto escribe.
Estudiaba comunicación social, aunque aprendía mucho más fuera del aula. Descubrió su verdadero poder no en un libro, sino en la forma en que los hombres la miraban cuando escribía. Bastaba una hoja, una pluma, y esa pasión suya que se desborda sin pedir permiso. No necesitaba más. Solo su deseo… y una historia lo suficientemente ardiente como para hacer sudar al más santo.
El primer mordisco a la manzana.
El verdadero pecado de Eva no fue escribir sobre el deseo, sino atreverse a vivirlo. Sus relatos dejaron de ser tinta cuando comenzó a mirar el mundo con hambre. Cuando entendió que el arte también se toca, se saborea, se gime. En cada encuentro, ella transforma la piel en papel y el cuerpo en poesía.
Y ahora estás aquí. Leyéndola.
Quizá, sin darte cuenta, ya diste tu primer mordisco.
Bienvenido a su blog. Aquí no hay culpa. Solo placer.
🍎🔥
Franco Sáenz | Maneger