El Caribe me susurró al oído…
Una promesa de sol, libertad y placer.
Un escape de la rutina, hacia un paraíso de aguas turquesas y arenas blancas.
Subí al barco… sin imaginar que el destino me tenía reservada la experiencia más ardiente de mi vida.
En la cubierta… mientras la brisa marina acariciaba mi piel desnuda por el sol… lo vi.
Su presencia era un imán… su mirada, un fuego encendido… y su sonrisa… un pecado esperando ser cometido.
Sentí ese latido profundo… ese cosquilleo delicioso que me recorrió el cuerpo.
Me acerqué… no podía resistirme.
Hablamos durante horas…
Palabras entrelazadas, miradas cargadas de deseo…
Era un alma gemela… un hombre que sabía lo que una mujer como yo… desea.
La noche cayó…
La luna bañó el mar en plata…
Y el barco… se transformó en nuestro escenario de placer.
Bajo ese cielo estrellado… nuestros cuerpos se buscaron… se encontraron…
Sus manos exploraron mi piel con ternura y hambre…
Trazando caminos de fuego… desde mi espalda… hasta el temblor de mis piernas.
Su aliento en mi cuello… sus labios buscando los míos…
Mi boca… mordiendo la manzana prohibida del deseo.
En la intimidad de la cabina…
Nos desnudamos el alma… y la ropa.
Sus manos recorrieron mis muslos lentamente…
Mis gemidos se perdían en la noche… mientras sus labios marcaban mi piel…
Nuestros cuerpos se fundieron en una danza salvaje… sin reglas…
Solo deseo… solo placer.
El sonido del mar… se mezcló con nuestros gemidos…
Una sinfonía de pasión desbordada…
Una explosión que nos dejó sin aliento.
Al amanecer… me perdí en su mirada.
Complicidad… deseo… y ese recuerdo ardiente tatuado en mi piel.
Una historia… que se quedó grabada a fuego en mi cuerpo…
Y en mi memoria…
Para siempre.